450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
veinte bombardas, diecinueve lanchas cañoneras y trece transportes. Tal flota
llevó a cabo un intenso bombardeo en ocho diferentes ataques y dejó la ciudad
en llamas y destruidos 22 barcos argelinos. A pesar de este castigo, estos no
cesaron en la actividad pirática y reconstruyeron la fortaleza de Argel. Como
se contaba que una sola acción no doblegaría a un enemigo de siglos, se
declaró rotundamente que los ataques proseguirían hasta que el enemigo
cediera. Así que en 1784 Carlos III ordenó a Floridablanca una nueva opera-ción
de represalia, que de nuevo llevó a cabo Barceló con su insignia en el
navío Rayo, acompañado por cuatro fragatas, tres bergantines, doce jabeques
y medio centenar entre cañoneras y bombardas. El primer bombardeo tuvo
lugar el 12 de julio y duró ocho horas, rechazándose los ataques de setenta
cañoneras argelinas. Después de una semana de castigo, Argel quedó devas-tado.
En 1785, mientras se alistaba una nueva operación de castigo, el capitán
general de Baleares comunicó que, según el patrón mahonés Bartolomé Escu-dero,
los argelinos serían receptivos a una oferta de paz. Inmediatamente se
suspendieron los preparativos de la tercera expedición contra Argel. Pero el
nuevo plan de Floridablanca pecó del mismo defecto que el de la primera fase
de las negociaciones. Si entonces se había elegido al padre Conde y al portu-gués
Souza, ahora se optó, revestido del carácter de ministro plenipotenciario,
por José de Mazarredo, a la sazón capitán de la Compañía de Guardias Mari-nas
de Cartagena, y al francés conde de Expilly, al servicio de España, siendo
su misión preparar el camino y facilitar la llegada del marino para intentar
conseguir un acuerdo en el menor tiempo posible. Pero este plan fracasó debi-do
al alejamiento de Mazarredo de las instrucciones que había recibido y a las
intrigas y conspiraciones del francés.
Mazarredo salió de Cartagena con dos fragatas y dos navíos, y a los cuatro
días de su llegada a Argel fue recibido con grandes agasajos por los miembros
del diván, y en una hora se llegó a un acuerdo de paz. Mazarredo se encargó
de redactar los tres originales castellanos que debían traducirse al turco y que,
copiados al lado de los originales y una vez completado tal proceso, el dey y
el plenipotenciario español firmarían. Pero llegó tal momento y la traducción
no se había hecho y fue cuando comenzó la verdadera negociación. Pero la
ignorancia e ingenuidad no le permitieron ver a Mazarredo ni las maniobras
argelinas ni la acción de Expilly y el cónsul francés, y cegado por lo que él
creía un éxito inicial, no se ajustó a las instrucciones dadas, comprometiendo
al Gobierno español y a su hacienda. Así, a modo de ejemplo, digamos que
Mazarredo pensaba pedir una indemnización económica por los gastos ocasio-nados
en la expedición de 1775 y los bombardeos, pero aconsejado por el
cónsul francés en la primera reunión no lo mencionó y ahora se encontraba
con que el dey le solicitaba tres millones de pesos fuertes. Después de unas
prolongadas discusiones y regateos, Mazarredo aceptó el pago de un millón.
Pero el dey exigió que Expilly fuera el único interlocutor y, una vez retirado
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