Sobre el funcionamiento de la escuela creo que ya estarás
informado de sobra: magníficas instalaciones y material de
vuelo, un gran aeródromo a nuestra disposición que compar-tíamos
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con la Base de Matacán, espacio aéreo inmenso divi-dido
en cuatro sectores (esto quizá no se apreciase en lo que
vale, pero cuando esporádicamente venían a volar los alum-nos
de la Lufthansa se quedaban asombrados, puesto que
en Centro-Europa no disponen de esos lujos), gran cantidad
de aeródromos con total equipamiento IFR a poca distancia y
con escaso tráfico en los que practicar vuelo instrumental, etc.
Y sobre todo, una muy buena enseñanza de teórica y vue-lo,
reminiscencia de la antigua ENA militar, no en vano los
profesores provenían en su mayor parte de aquella. Es nece-sario
dejar claro que la ENA que yo conocí no era ya militar
sino civil por los cuatro costados, aunque desde fuera lo pa-reciera
(por la disciplina, los «pseudouniformes», la continua
selección, o el uso de las instalaciones militares).
Y otro de la undécima: «Chema» MartÍNez-Ubierna
La opinión de otro piloto de la XI es algo distinta quizás
porque gracias a aquellos profesores militares, de nuevo in-corporados
a la ENA, la situación volvió a ser buena:
Como experiencia fue única, imagínate que tienes 18 o
20 años y que apruebas unas oposiciones de 25 plazas con
3.000 opositores para estudiar la ilusión de tu vida (pagado
por el Estado) y que además estudias con gente de diversa
procedencia tanto social como geográfica con la misma ilu-sión
y unos medios totalmente Americanos para la época,
aviones, simuladores, aulas, laboratorios de física y aerodi-námica
y profesores que variaron desde coroneles de la base
hasta pilotos en excedencia de Compañías Aéreas. Si hasta
teníamos un laboratorio de inglés con ordenadores táctiles,
micros, etc., y todo Sony.
La promoción que más estuvo fue la VIII casi 6 años, les pi-lló
el cambio de dirección Militar a Civil.
Nosotros fuimos la última promoción que salió con el Co-mercial
de Primera y la primera en escoger la cazadora de
color Azul y no verde. Podías escoger entre la titulación en
Avión o Helicópteros el año que empezabas a volar.
Muchos sacaron el título de mecánico de vuelo mientras
duraba la carrera ya que te daban la opción de estudiarlo allí
y hacías las prácticas en los aviones que volabas.
Vivencias de un jefe de instrucción
en vuelo
Coronel José Romero Magarzo
La creación de la ENA fue fruto de una necesidad y se
realizó con mucha ilusión, trabajo y entusiasmo. Después
de la creación de la Escuela por Orden Ministerial, y del
destino del coronel Aldasoro como director de la misma, se
convocó en el Boletín Oficial del Aire un concurso para cubrir el
grupo inicial que configuraría la Escuela: no había nada y todo
había que crearlo. Los nombrados nos reunimos la primera vez
en una sala de la Escuela de Tránsito Aéreo de la Base Aérea
de Matacán, y posteriormente esta nos cedió el antiguo edificio
donde estaba el «briefing» de la extinta Escuela Básica.
La primera reunión fue alrededor de una mesa para pla-nificar
lo que queríamos que fuese la futura ENA. No dis-poníamos
de nada, ni de infraestructura, ni de textos, ni
de programas, y por no tener no teníamos ni máquina de
escribir (las dos primeras semanas utilizamos una Let-tera
45 propiedad de uno del grupo inicial para realizar
los escritos), y los aviones que estaban siendo recibidos
estaban en la Escuela de Polimotores que impartía la 1.ª
Promoción.
Empezamos diseñando el Curso de Piloto Comercial de
1.ª Clase de Avión. No existían textos para la mayor parte de
las asignaturas y hubo que crearlos. Al mismo tiempo fueron
destinados a la ENA 21 alféreces de Complemento que se-rían
el plantel inicial de instructores; se les impartió el Curso
de Instructores de Vuelo.
Se estableció el Programa práctico del Curso Básico de
Vuelo, y el Curso Avanzado de Vuelo, que no estaban crea-dos.
A partir de aquí la ENA empezó a ser más real. Se dise-ñó
el nuevo edificio y el hangar, y ya teníamos 47 aviones (
2 A-100, 10 C-90, 12 B-55 Baron y 23 F-33 Bonanza) todos
Beechcraft.
Fueron destinados nuevos profesores militares, tanto pro-fesionales
como de complemento así como personal de
mantenimiento, también militar, cubriendo las necesidades
ante el aumento de alumnos. Poco a poco la Escuela adqui-rió
la fisonomía que estaba prevista, se contrató personal ci-vil
para mantenimiento, administración y servicios, y empezó
su pleno funcionamiento.
La ENA al principio dependía de la Dirección General de
Aviación Civil, encuadrada dentro del Ministerio del Aire, pe-ro
con la creación del Ministerio de Transportes, Aviación Ci-vil
pasó a depender de ese nuevo Ministerio y, lógicamente,
también la ENA. Las dos primeras promociones se formaron
en el antiguo edificio de la Base de Matacán.
A lo largo de su andadura, la Escuela recibió muchos apo-yos
pero también muchas incomprensiones, y en alguna
ocasión pareció como si fuese un Organismo ajeno a la Ad-ministración,
una Escuela particular, sin vinculación alguna
oficial.
Cuando Pedro Tena fue nombrado director general de
Aviación Civil todo cambió radicalmente: la Escuela perdió
toda su autonomía, incluso había que mandar diariamente la
programación pormenorizada de los vuelos para su aproba-ción;
cesó el coronel Aldasoro y a los pocos días el Estado
Mayor del Aire ordenó que todos los profesores militares
profesionales y el personal militar de mantenimiento abando-naran
la ENA, incorporándose la mayoría a la Base Aérea de
Matacán.
Lo que sí es cierto es que se creó una escuela modélica,
cuando antes no había nada. Se gastaron muchos esfuerzos,
muchas horas y muchos afanes, y por qué no decirlo, mu-chas
ilusiones. No había nada y se hizo todo, desde el dise-ño
de los uniformes a los textos, y los programas, se crearon
los procedimientos de escuela, se propuso la infraestructura,
y sobre todo la organización y la ENA funcionó perfecta-mente
hasta esa época. No me corresponde juzgar la época
posterior. Nos sentimos muy orgullosos de lo que hicimos y
aunque en muchas ocasiones ha sido silenciada, e incluso
olvidada nuestra labor, ahí están las realidades.