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Iguren, Moreira, Altolaguirre, Vignote,
Zabalza, Cañizares, Ugarte y Palacios;
comisiones de todas las Armas y Cuer-pos
de la guarnición y una compañía
de Ingenieros con bandera y música»56.
También hubo una amplia representa-ción
del Ayuntamiento de Madrid, que
acudió en pleno57. Esta gran presencia
es debida no solo a que el monumento
se emplazaba en la capital, sino porque
como ya se ha citado, fue sufragado
por suscripción popular.
También hubo una importante repre-sentación
de víctimas de la aviación,
que se encontraban homenajeando a
sus familiares: «La marquesa de Atala-yuela,
doña Teresa Aguaviva de Bayo,
doña Amanda de Teresa de Herrero y
don Adolfo de Cortijo y Ruíz del Casti-llo
»58. Como anécdota, se recogen las
palabras que el rey, antes de abando-nar
el lugar, dedicó a un pequeño huér-fano.
El niño se llamaba Emilio Jiménez
Ugarte y era hijo del capitán de Infan-tería
D. Emilio Jiménez Millas, fallecido
el 15 de junio de 191759. El Monarca le
comentó: «Cuando tú seas militar es-tará
muy adelantada la aviación, y no
te ocurrirá la desgracia que a tu pobre
padre»60. Tras esto hubo una serie de
discursos del general Federico Ochan-do
Chumillas, el alcalde de Madrid, Luís
Silvela y Casado, y el director de Aero-náutica,
el coronel Rafael Moreno Gil.
Aunque parece seguro que no se con-servan
ninguno de los discursos pro-nunciados,
se cuenta con fotografías y
películas del momento de la inaugura-ción61.
Estos documentos gráficos son
cruciales para conocer tanto el proto-colo
seguido por las distintas jerarquías
que asistieron a la inauguración, como
el uso de elementos ornamentales, je-rárquicos
o protocolarios, que de otra
forma se habrían perdido para siempre.
Todas las autoridades que acudieron
a la ceremonia representando a orga-nismos
públicos, llevaban sus mejores
galas. El rey, con motivo de una in-auguración
de un monumento militar,
llevaba el uniforme de capitán general
de Infantería, como también llevaban
atuendo militar los infantes que acu-dieron
al acto62. Los demás militares
llevaban sus trajes de gala y los civi-les
vestían una levita negra, corbata,
bastón y sombrero de copa. La pues-ta
en escena fue bastante sobria. La
escultura, como ya se ha comentado,
estaba cubierta con una lona y de ella
colgaba una cuerda de la que Alfonso
XIII tiraría para descubrirla63. Junto al
monumento, se colocó un palco ador-nado
por uno de los tapices de la co-lección
regia.
El tapiz utilizado representaba a Jú-piter
lanzando sus rayos sobre Faetón
y arrojándole al Erídano. Este mito está
narrado en el segundo libro de las Me-tamorfosis
de Ovidio64. Faetón o Fae-tonte
era hijo de Helios, dios del sol
(posteriormente asimilado con Apolo)
y de Clímene, hija de los océanos. El
joven había sido criado por su madre
ignorando la identidad paterna, que se
reveló al llegar a la adolescencia. En
ese momento, el muchacho reclamó
un signo de su nacimiento y rogó a su
padre que le dejase conducir su carro.
Tras muchas vacilaciones y recomen-daciones,
Helios accedió. Faetón no
hizo caso de los consejos, y al poco de
tomar el carro —clara alusión simbóli-ca
a los aviones— se asustó y perdió
el control del mismo, provocando un
gran caos en la Tierra. Descendió de-masiado,
aumentando la temperatura
del planeta y desecando la zona de Li-bia
que se convertirá en una tierra llena
de arena (se trataría del actual desierto
del Sáhara) y produciendo el color de
piel de los habitantes de Etiopía, entre
otros. Después volvió a subir, esta vez
demasiado alto, por lo cual los dioses
se quejaron a Zeus, y este, para evitar
males mayores, lanzó un rayo que lo
mató, precipitándolo al río Erídano65.
El paño muestra precisamente el mo-mento
en el que Helios entrega a su
hijo Faetón las riendas del carro de fue-go
entre una serie de divinidades del
Olimpo (Mercurio, Doris, Proteo y Tri-tón).
Enmarcando la escena, a modo
de falso telón decorativo, una suerte de
mascarones, arpías, puttis, guirnaldas
de flores y frutos, cuernos de la abun-dancia
y jarrones.
MARÍN y ORTÍZ, Acto de inauguración realizado por el rey Alfonso XIII, junio de 1918
Fotografía tomada de El Heraldo de Madrid, Madrid, año XXIII, n.º 7.882, 30 de junio de 1912
MARÍN y ORTÍZ, Discurso del alcalde de Madrid con motivo del acto de inauguración del Monu-mento,
junio de 1918 Fotografía tomada de: El Heraldo de Madrid, Madrid, año XXIII, n.º 7.882,
30 de junio de 1912