paracaídas se estrellaron contra el suelo en las proximida-des
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de Farinas (Cádiz). Se daba la circunstancia que dichos
oficiales iban a la boda del capitán y en la que el teniente
sería testigo del enlace.
En la mañana del viernes 7 de junio de 1929, Cádiz vivió
unas horas de auténtico fervor aeronáutico, al arribar a su
puerto el buque de la Marina Almirante Cervera en el que
volvían a España los capitanes Jiménez e Iglesias, héroes
del magnífico vuelo que fue orgullo de la aviación española.
Por la tarde, el avión fue desembarcado, montado y puesto a
punto para marchar desde Cádiz a Madrid vía Sevilla.
Habían volado veintidós mil kilómetros en ciento veintiuna
horas de vuelo, realizando el trayecto desde Sevilla hasta La
Habana, con etapas en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Pe-rú,
Panamá, Nicaragua y Guatemala.
La década de los años treinta
El 22 de mayo de 1930, un hidro pilotado por el coman-dante
Hidalgo de Cisneros, que transportaba desde Cá-diz
a Melilla, al jefe superior de Aeronáutica general Amado
Balmes y al general López Pozas, coronel Solans y a un
numeroso grupo de jefes y oficiales, a poco de salir de Cádiz
sufrió una avería que le obligó a amerizar. Conocida la noti-cia,
una lancha les remolcó hasta Ceuta, desde donde conti-nuaron
por tierra su viaje a Melilla.
Recordemos que la Aviación Naval que había sido crea-da
por Decreto de 17 de septiembre de 1917, donde se
especificaba que se dotaría de Estaciones Aeronavales
importantes a las bases de Cádiz, Ferrol y Cartagena y se-cundarias
en las Rías Bajas y en Mahón (Menorca). Desgra-ciadamente
por escasez de recursos presupuestarios hasta
mayo de 1920, no se hizo nada en la base de Cádiz. En
ésta fecha se nombró una Comisión, presidida por el con-tralmirante
La Herrán, coronel de Ingenieros Aldereguía y el
teniente de navío Tamayo, que fue la encargada de escoger
terrenos y proyectar la Estación aeronaval correspondiente
a la Base Naval de Cádiz.
En España la prehistoria del vuelo chárter arranca en el
año 1933 en el que un joven audaz, Rodolfo Bay, a quien se
podría clasificar como el padre del chárter español realizaba
vuelos de bautismo del aire, despegando y aterrizando en la
playa de Cádiz en una avioneta. El precio de estos vuelos de
10 minutos era de 15 pesetas.
El Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda y el Aero Club
de Andalucía organizaron los días 15 y 16 de agosto de 1933
un festival aéreo. Participaron un autogiro C.19 Mark IV, pro-piedad
del marqués de la Torres de la Pressa que llegó des-de
Sevilla escoltado por cuatro avionetas del citado club.
Figuró entre los pilotos el piloto sevillano Fernando Flores.
En enero de 1934, se celebró la Primera Fiesta de Aviación
del Aero Club de Cádiz. Llegaron tres aviones desde Sevilla,
uno de ellos lo pilotaba el capitán Carlos Haya, otro el pilo-to
civil del Aero Club de Sevilla Fernando Flores. El público
esperaba con impaciencia la llegada de un autogiro que
finalmente no pudo arribar pues el fuerte viento lo impidió.
Destacaron la exhibiciones tanto de Flores como de Haya
que realizaron toda clase de maniobras acrobáticas, resba-les,
barrenas, looping y parada de motor y aterrizajes.
Cuando el teniente Francisco Márquez Yanguas, acompa-ñado
por el teniente de la Aviación mexicana Antonio Nava-rro
como observador, se dirigía desde Cuatro Vientos a Cabo
Juby, el 22 de junio de 1935, a la altura del cabo Trafalgar tu-vieron
que amerizar por una avería, capotando en el mar. La
suerte les acompañó pues en sus cercanías se encontraba el
mercante británico «Mervyn», que les recogió como asimis-mo
recuperó al sesquiplano Breguet. El capitán del puerto de
Cádiz al enterarse mandó un remolcador y una barcaza que
los recogió y los llevó a la ciudad.
Como colofón a la Semana Naval celebrada en Cádiz, en
agosto de 1935 se celebró en la playa de la Victoria, una fies-ta
de aviación. El evento fue organizado por el Aero Club de
Cádiz y en él participaron una escuadrilla de hidros de San
Javier, una escuadrilla de Tablada, cinco avionetas del Aero
Club de Sevilla y un autogiro militar pilotado por el capitán
Manrique Montero.
La exhibición del autogiro La Cierva C-30 A era esperado
con especial interés. Manrique se elevó y aterrizó en distintos
momentos antes de su exhibición descendía y se elevaba
casi en la vertical de la tribuna. Inesperadamente cuando
se encontraba a unos dos metros de altura una ráfaga de
viento hizo que el autogiro diese con una pala del rotor en la
arena, precipitando la caída del aparato a tierra y quedando
seriamente destruido. Para sorpresa y alegría del público el
capitán Manrique salió de entre los restos del autogiro con
solo pequeñas heridas que fueron curadas por un médico
Capitanes Jiménez e Iglesias
Exhibición en Sanlúcar de Barrameda