En el propio Aeródromo comenzó la interminable sucesión
de banquetes (este servido por Chicote) que le acompañaría
a lo largo su estancia en España, publicándose sus fotos
acompañado de autoridades, de comensales o de grupos de
bellas señoritas en infinidad de periódicos.
Es imposible hacer mención de todos los agasajos que re-cibió.
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Muchos días aparecían en los periódicos tres eventos,
banquete, baile, cena, banquete, recepción, visita. Desde
luego no se puede olvidar la recepción que le brindó el pre-sidente
de la República Niceto Alcalá Zamora al que entregó
las cartas que traía del gobierno cubano. Le fue concedida la
Cruz Oficial de la Orden de la República, la Cruz del Mérito
Militar y la Cruz Blanca del Mérito Naval. Se le calificaba co-mo
alegre, cordial, vivaz y efusivo.
Entre las visitas más emotivas está la realizada a su pueblo
natal donde estuvo con sus padres. La que realizó a casa del
padre de Barberán. Los viajes a Barcelona, a Canarias, que
tuvo que retrasar por el mal estado de las pistas de Barajas
debido a las lluvias, y la visita a Toledo. Durante el artículo
me he referido en varias ocasiones a las noticias sobre el raid
realizado por Lorenzo Richi a Guinea; Menéndez no pudo
asistir la cena homenaje que el Aeroclub de España ofreció
el 25 de marzo a Lorenzo Richi por el éxito logrado, pues ese
día estaba en Barcelona, pero regresó y pudo felicitarle a los
postres.
Desde España pidió permiso a las autoridades cubanas
para regresar en vuelo por la ruta del Atlántico Norte, pero
no fue autorizado, por lo que el «Cuatro de Septiembre»
fue desmontado y embalado en Cuatro Vientos y enviado a
Santander. En esta ciudad se organizó un desfile militar en
su honor (durante toda su estancia en España fue querido
y tratado como un héroe). Piloto y avión embarcaron en el
transatlántico Cristóbal Colón que partió rumbo a La Habana
el domingo 26 de abril de 1936.
Al llegar a este punto, recuerdo que la primera vez que escu-ché
hablar de Menéndez Peláez fue de pasada, como comenta-rio
al vuelo del Cuatro Vientos. La conversación, que luego volví
a escuchar, describía que un piloto cubano hizo la ruta en direc-ción
contraria pero que llegó a Madrid a mediados de julio del
36 y al estallar la guerra nadie le hizo caso y le aconsejaron que
volviera rápidamente a Cuba; por eso el vuelo era tan poco co-nocido13.
Me ha resultado grato saber que solo era una «leyen-da
urbana». Es simplemente un vuelo histórico que ha caído en
el olvido como tantos otros. El 20 de mayo los periódicos publi-caron
un telegrama de Antonio Menéndez desde Cuba transmi-tiendo
sus saludos a los gobernantes y al pueblo español, que
le recibieron con tantos honores y bondades. Después, el olvi-do;
España estaba entrando en una de sus mayores encrucija-das
con la guerra fratricida.
Pero seríamos injustos con Antonio Menéndez Peláez,
conocido como el «Aguilucho cubano», si calláramos el apo-teósico
recibimiento que se le dio al llegar a La Habana, con
asistencia del propio presidente para recibirle en el puerto.
Se casó con su novia Ofelia García Brugueras, aunque no
llegó a conocer a su único hijo. De nuevo se embarcó en otra
empresa aeronáutica, igualmente relacionada con España.
Los países iberoamericanos tenían la pretensión de erigir
un monumento a Cristóbal Colón y al descubrimiento de
América. Ya se había plasmado en 1923 en la Conferencia
Internacional Americana. Se había acordado erigir un faro
El teniente Menéndez vestido de piloto junto a la cola del Sirius
Antonio Menéndez e Ignacio Pombo se saludan junto al «4 de Septiembre»
(foto Ahora)
Foto del teniente Menéndez en la fiesta de carnaval de la Asociación de la
Prensa. A su derecha está el señor Pichardo (foto Aviación y Deportes)