En la década de los cincuenta del siglo xix, un aeronauta
francés, Mr. Verdalle que había llegado de Estados Unidos,
realizaba ascensiones donde en lugar de colgar del aerostato
una barquilla colgaba un cuadro de madera para poder rea-lizar
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ejercicios acrobáticos durante la elevación. Tal eran los
ejercicios acrobáticos que se hacían en algunas ascensiones
que se popularizó el dicho que muy pronto «los hombres bai-larían
sobre una cuerda floja colocada entre dos globos».
Andalucía, se sumó muy pronto al entusiasmo aeronáutico
que se había producido en España. El globo, como espectá-culo
público, se inició en estas tierras tan pronto fue conoci-do
el invento.
Por ésta época donde la ascensión en globo era más
un espectáculo circense que un deporte, las mujeres no
quisieron estar ajenas a estas exhibiciones por toda la geo-grafía
española. Cádiz no quería estar ajena a estas ascen-siones-
espectáculos. Así la francesa Madame Bertrance de
Senges, viuda del aeronauta M. Arban, en 1850 solicita al
gobernador civil permiso para dos ascensiones desde la pla-za
de toros.
Otra ciudad gaditana, en este caso, Jerez de la Frontera
también quiso sumarse al nacimiento de la nueva técnica.
Fue en esta población, donde se publica en 1848, «El Aero-nauta
», de Diego González Robles, composición en verso,
ilustrada por el autor, con noticias curiosas e instructivas
sobre viajes atmosféricos. Asimismo, en 1893 tenemos cons-tancia
de una fiesta aeronáutica en Jerez. Actuaba la Com-pañía
Gimnástica-Aerostática de Milá en la plaza de toros,
cuando el globo «Ciudad de Cádiz» se incendió aunque por
fortuna no hubo que lamentar desgracias personales, a pesar
de que el globo quedó totalmente destruido.
Comienzo de los más pesados que el aire en
«Los Barrios»
La primera noticia que tenemos de la aviación en tierras
gaditanas tiene lugar en el poblado de Palmones de Los
Barrios, pueblo próximo a Algeciras. En abril de 1911 se tuvo
noticias de que la «Banque de l’Automovil et de l’Aviation»,
sociedad francesa propietaria de la fábrica de aviones «Han-riot
», había instalado una escuela de aviación en dicho lugar.
Esta escuela gozó del privilegio de ser la única establecida
en España hasta la fecha. El campo de aviación estaba situa-do
en una gran explanada del campo de Guadalcorte, junto
al río Palmones.
Simultáneamente, con el fin de atraer al público y moti-var
que un pequeño número se inscribiese como alumnos,
la misma empresa francesa instaló un balneario (Kursaal)
dotado de toda clase de comodidades en el Paseo de la
Conferencia. Tenía una gran terraza que caía sobre el mar y
desde donde se contemplaba tanto el estrecho de Gibraltar,
La Línea, San Roque como la incomparable playa de Algeci-ras,
amén de ser un puesto de observación maravilloso para
admirar los vuelos que se efectuaban en el campo de la es-cuela.
Los profesores contratados, que efectuaron numerosos
vuelos con alumnos y solos fueron los franceses Chassagne
y Dubreuil.
Un periódico de la época decía: «Inmediatamente em-prendió
el vuelo, Chassagne, en medio de la expectación del
público. El experimento resultó muy lúcido pues el intrépido
aviador después de dar varias vueltas al aeródromo aterrizó
felizmente, siendo objeto de una estruendosa y bien mereci-da
ovación».
«Tras corto descanso, Chassagne emprendió el segundo
vuelo, que resultó mucho más importante y brillante que el
primero, pues se mantuvo en el aire de 18 a 20 minutos. En
una de las vueltas y para que el público pudiera apreciar bien
la experiencia, pasó a corta altura del aeródromo y después
descendió...».
Loygorri vuela en Cádiz en 1912
En Cádiz, la capital, el primer festejo de aviación tiene lu-gar
en 1912. Se organizó para celebrar el Centenario de
las Cortes. El campo de vuelo elegido para la ocasión fue la
playa de la Victoria y el piloto contratado el español Benito
Loygorri. Este aviador realizó dos vuelos, el 6 de octubre, el
primero sin novedad —primer vuelo efectuado en Cádiz— y
el segundo terminó con un aterrizaje de emergencia en la
playa de la Cortadura, que aunque se rompió el avión, no tu-vo
consecuencias para el piloto.
Loygorri en su primer vuelo en Cádiz
Al siguiente año los gaditanos volvieron a disfrutar de una
exhibición aeronáutica. En noviembre de 1913, de nuevo la
ciudad acudió en tropel a disfrutar del festejo. Leoncio Gar-nier
no defraudó a los miles de personas que acudieron a la
playa para presenciar la actuación del aviador francés en su
Bleriot XI. Garnier hizo disfrutar a los gaditanos con su vuelo,
llevando como pasajero al matador de toros Luis Mazzantini,
como ilustra su imagen saludando desde las alturas.
Piloto Leoncio Garnier y torero Mazantini
Los Llanos de Caulina hubieran sido en 1913 el escenario
de una fiesta de aviación que como se calificaba entonces
era «el adelanto más hermoso y moderno que existe» y algo
desconocido hasta entonces en Jerez de la Frontera. Pero
una huelga general y la desaparición de la empresa que pa-trocinaba
el festejo impidieron su celebración.
Los contratados para dicha fiesta fueron J.L. Chassagne
de la Escuela de Aviación de Algeciras y Dubreuil con quien
había volado el año anterior en Reims. Se iban a celebrar va-rias
jornadas aeronáuticas. Tres vuelos estaban anunciados
para cada tarde. El primero, de altura; el segundo, de altura
con descenso y vuelo horizontal y, tras un descanso, comen-zaba
el gran aliciente. En el último vuelo de la tarde se admi-tían
pasajeros, a 400 pesetas el recorrido los particulares y a
200 pesetas los oficiales del Ejército. Se llegaron a contratar
hasta cuatro pasajeros y cuentan que entre ellos había «una
célebre artista española». Sin embargo, paralelamente a esta
organización venía desarrollándose un conflicto social en