En memoria del almirante Miguel Beltrán Bengoechea
Al almirante Beltrán, a nuestro querido
amigo Miguel,
Sé que no es este un foro habitual para
escribir este tipo de cartas in memoriam. Por
eso agradezco tanto al AJEMA su autorización
y al director de la REVISTA GENERAL DE
MARINA su publicación Es, sin duda, una
excepción pero también es cierto que estamos
diciendo adiós a un almirante excepcional.
Cuando el pasado día 8 de mayo recibí de
mi amigo Nani Inclán la noticia del fallecimiento
de Miguel Beltrán comprobé que la
muerte de un amigo querido no por esperada
duele menos. Y ese dolor de todos sus
compañeros de Promoción, de todos sus compañeros
de Brigada y de todos los que tratamos
y quisimos a Miguel es lo que me mueve
a escribir estas letras en un trance que nunca
pensé que tendría que afrontar.
Conocí a Miguel un día de agosto del 62.
Y reconozco que me acerqué a él con una
mezcla de curiosidad y respeto hacia el que
había sacado el número uno en la oposición
de ingreso en la Escuela Naval. Todos los que
alguna vez hemos sido opositores sabemos
que lo del número uno impresiona y a mí
también me impresionó Miguel, pero fue por
su forma de ser, su inteligencia y su sentido
del humor. Desde el primer momento tuve la
sensación de que íbamos a ser buenos
amigos, lo que no imaginé entonces era que
la vida nos iba a hacer amigos inseparables
Pero así ha sido.
De toda una carrera juntos en la Escuela
Naval, donde cinco años parecen una vida
entera, guardo recuerdos imborrables. Y de
esos recuerdos, en aquel ámbito duro propio
de la Escuela, los que más hondo me calan
son sus continuos gestos de compañerismo y,
sobre todo, las risas. Su aspecto de apariencia
seria no dejaba adivinar fácilmente lo divertido
y ocurrente que podía llegar a ser. Esa
alegría que solo da la juventud la disfrutamos
juntos en la Escuela, en el Juan Sebastián de
elcano, en aquellos cursos de alférez de
fragata, en nuestras escapadas... A esa edad
se siente la alegría como un derecho y vaya si
lo ejercíamos... Nos formamos juntos y juntos
nos divertimos cada vez que hubo ocasión
Parece que lo estoy viendo cantando con
Quino Almansa las letras que ellos mismos
inventaban.
Salimos juntos de la Escuela y juntos
fuimos a la 31.ª Escuadrilla (Miguel al Meteoro
y yo al Temerario). Allí nos compramos
nuestros primeros coches, Miguel un 600
(al que yo di el primer roce) y yo un Dauphine
(a medias con Fernando Pérez Pardo) y
allí compartimos esa sensación única de
estrenarnos como oficiales.
Después Miguel eligió el Arma Aérea y
yo seguí en barcos de superficie. Esos fueron
tiempos de bodas y nacimiento de niños.
Pero la Armada nos volvió a juntar en
Palma de Mallorca mandando dos dragaminas
(Miguel el Júcar y yo el Tajo). Esa
época, con la ilusión del primer mando, lo
bonito que era navegar con comandantes de
la «promo» y nuestros fines de semana dedicados
a la vela en Porto Pi con el inolvidable
Marcial Sánchez Barcáiztegui creo que dejó
momentos de los mejores de nuestras vidas.
Juntos hicimos después el curso de
Guerra Naval, coincidimos luego en el
mundo aeronaval de Rota (Miguel en la Flotilla
de Aeronaves y yo en el Dédalo) donde
Miguel hizo tanto por la seguridad en vuelo.
Y una vez más mandamos juntos en
Ferrol (Miguel la extremadura y yo la Baleares)
viviendo la experiencia impagable de
mandar una fragata.
Más tarde fuimos los dos contralmirantes
en el Estado Mayor de la Armada (Miguel de
Logística y yo de Planes). Años de trabajo
duro pero también de buenos ratos. Bodas de
nuestros hijos, reuniones tan divertidas en la
finca de Antonio Blázquez...
Y al final de nuestras carreras, cuando yo
tuve el honor de mandar la Armada, tuve
GaCeTiLLa
1028 Junio