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fundadas de que Rusia utiliza además otros medios menos habituales,
como trolls (humanos) y bots (automatizados), para potenciar la difusión
de su propaganda a través de internet (Splidsboel-Hansen, 2017:
22; Barrancos, 2018). Por razones obvias, la desinformación plantea
serios problemas de atribución. Por ejemplo, en 2017 se difundió el
rumor falso de que una adolescente lituana había sido violada por un
soldado del Ejército alemán desplegado en el país en el marco de la
OTAN. Todo procedía de una fuente anónima que envió dicha información
a un parlamentario y a varios medios de comunicación lituanos.
Hubo diversas acusaciones contra Rusia, pero no pudieron ser
probadas (Caryl, 2017). En el mismo año, esta vez en Letonia, hackers
anónimos insertaron noticias negativas falsas sobre el comportamiento
de soldados norteamericanos en la web de la agencia Servicio de noticias
Báltico. Igualmente, medios de comunicación rusos y de países
bálticos se han hecho eco de afirmaciones disparatadas de un militar
de alta graduación ruso sobre presuntas pruebas psiquiátricas de la US
Navy en ruso-parlantes letonios (Goble, 2017). Este tipo de noticias
son amplificadas en las redes sociales por la sinergia con otros individuos
y grupos que comparten un adversario común o una causa semejante,
como es el caso de grupos de extrema derecha y extrema
izquierda en Suecia (Kragh & Åsberg, 2017: 779-800).
— exacerbando problemas internos, instrumentalizando asuntos problemáticos
con fines coercitivos. Aquí también nos movemos en el terreno
de las conjeturas. A principios de esta década, diversos medios de
comunicación rusos acusaron a las autoridades finlandesas de inclinar
la balanza a favor de los progenitores finlandeses en las batallas legales
por la custodia de niños de parejas mixtas. Helsinki lo interpretó
como un intento de generar tensiones entre la población finlandesa y
la minoría rusa en el país (Weinger, 2018). El Gobierno finlandés
también consideró una acción hostil el incremento de personas de
terceros países que solicitaron asilo a través de la frontera ruso-finlandesa
en el invierno 2015-2016. Aunque su número era reducido —no
llegó a las dos mil— y la cuestión se arregló mediante un acuerdo
posterior, fue un cambio de pauta por parte del FSB, la agencia de
seguridad interior. Se interpretó como un mensaje ruso de que las
buenas relaciones no debían darse por descontadas y que Moscú tenía
capacidad para crear problemas al respecto, con once millones de
extranjeros residiendo en su territorio (Pynnöniemi & Saari, 2017). En
los países bálticos, Rusia podría tratar de instrumentalizar a las
minorías ruso-parlantes en un contexto de conflictos sociales; y
tiene a su favor que sus medios de comunicación son la principal
fuente de noticias de estas minorías (Cohen & Radin, 2019: 58). Sin
embargo, no da la impresión de que sea una herramienta efectiva a
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