244 SALVADOR FONTENLA BALLESTA
Los sucesivos gobiernos españoles que se sucedieron en los 18 años
de campañas no tuvieron un espíritu homogéneo, alternando la voluntad de
imponerse a las de los rebeldes, con tratar de inútilmente de contemporizar
e incluso, a veces, con espíritu abandonista.
Las fuerzas militares sobre el terreno tuvieron, en general, voluntad
de vencer, y lucharon de forma disciplinada y abnegada. El derrumbamiento
de la comandancia militar de Melilla, en julio de 1921, se debió a un trágico
colapso de este principio básico del arte militar.
Unidad de mando
Las cabilas enemigas no tuvieron unidad de mando, hasta que Abdelkrim
no consiguió unificarlas bajo su mando, cuando sometió bajo su autoridad
a las cabilas occidentales, después de capturar a Raisuni en abril de 1925.
El bando español desde el punto de vista estratégico siempre tuvo
unidad de mando, bajo el gobierno de turno, aunque no mantuvieron una
estrategia definida y coherente.
Lo mismo se puede decir a nivel táctico sobre el terreno, quizás con la
excepción de la campaña de 1921, en la que hubo una descoordinación entre
el alto comisario, centrado exclusivamente en las operaciones militares en
la zona occidental, desentendiéndose de la zona oriental.
Capacidad de ejecución
Las harcas enemigas tuvieron capacidad de ejecución en la lucha de
guerrillas, pero no para enfrentarse al ejército español en guerra convencional.
España tuvo capacidad de ejecución sobrada para vencer las resistencias
enemigas, pero no siempre puso los medios suficientes, sobre el terreno,
para alcanzar los objetivos marcados. Es de destacar la capacidad de movilización
y proyección oportuna de fuerzas, especialmente en la campaña de
1909 y con ocasión del desastre de Annual.
Libertad de acción
Las cabilas adversarias solo dispusieron de libertada de acción cuando
la actitud española pasó, por directrices políticas, de ofensiva a defensiva;
y viceversa para el Ejército español.
Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2021, pp. 244-246. ISSN: 0482-5748